Abrir puertas aunque no se tengan las llaves
A mi derecha, Maria y Miguel son el primer eslabón, a Maria se le saltan las lágrimas al verlos a todos sentados a la mesa.
Carmen y Ángela sus hijas, Lorena la hija que ya no podría sentarse nunca mas a la mesa, había muerto de sida en los 90 dejando huérfana a una niña Azucena que quedo a cargo de Maria y Miguel.
Carmen era hija de un padre distinto, Maria nunca desvelo el secreto, Miguel creyo siempre que había sido una violación, era un hombre de campo, sus manos habian segado el trigo y habían limpiado la conciencia de Maria que años después intento ser una buena madre, no era un hombre sino un corazón gigante, y los corazones no piensan.
A mi izquierda, Carmen. Carmen salió pronto de casa, conoció al hombre que la maltrataría un par de años después, el nacimiento de su hija fue su fuerza, abandono aquella casa, dejo en ella los moratones de sus rodillas, los platos rotos de la cocina, dejo entre los almohadones de su cama las costillas rotas, y cogió lo único que podía coger con sus brazos, la dignidad y su hija. Orgullosa y alejada de su madre, sola, las dos durmieron un par de días en la calle, tendría que ejercer un tiempo la prostitución para poder dormir mas tarde en un colchón donde le contaría cuentos a su hija Lucia.
Ángela al frente, su marido a su izquierda, los dos ex toxicómanos, se conocieron en el centro en el que acabaron cuando juguetearon con las drogas, Ángela no supero la muerte de Lorena, con la que tantas veces había compartido el mismo billete para comprar droga, la perdida de su hermana la hizo ingresar, el amor de su marido Juan la hizo curarse. Juan es el hombre mas bueno que haya podido pisar una cárcel, robaba para las dosis de Maite, su primera mujer, la que murió de sobredosis.
Dos sillas mas allá estaba la Dolores, una alcohólica adicta al bingo ya rehabilitada, aunque por si acaso no se sirve alcohol en esta mesa, a su derecha el Rafa, el gracioso de la mesa, el que se encarga de contar los mismos chistes de siempre, el que canta chirigotas, el que necesita ansiolíticos para sonreír. Carlos el deportista de elite, el que esconde las marcas de sus nalgas, sucias de doparse, mientras cuenta sus aventuras de las competiciones.
Matías el que se licencio, abogacía creo que es lo que hizo, acude dos veces por semana al psicólogo, su mujer harta de que no le hiciera caso por el trabajo decidió serle un día infiel, ahora los dos hacen terapia, se están perdonando.
Marta, la prima de Matías el abogado, la que venció la anorexia.
Lucia, la hija de Carmen, esta preciosa, viste un vestido de tul de los de palabra de honor y una corona de flores adorna su pelo revuelto, Lucia la independiente, se ha casado. La pequeña de ojos tristes, la esperanza por la que todos brindan a pesar de haber aprendido a normalizar lo anormal, el rayo de luz que alumbra a toda la mesa, el ultimo eslabón de los sueños rotos.
Que hable la novia decía la gente, Lucia levanto su copa y pronuncio unas palabras:
No importa lo que un día fuisteis, sino lo que hoy sois. Daniel, su futuro marido no entendió el trasfondo de esas palabras, no sabia nada pero levanto también su copa y la abrazo.
Y yo, su suerte al ver que todos estaban juntos a pesar de todo, abandone el comedor, Lucia ya no me necesitaba.
Carmen y Ángela sus hijas, Lorena la hija que ya no podría sentarse nunca mas a la mesa, había muerto de sida en los 90 dejando huérfana a una niña Azucena que quedo a cargo de Maria y Miguel.
Carmen era hija de un padre distinto, Maria nunca desvelo el secreto, Miguel creyo siempre que había sido una violación, era un hombre de campo, sus manos habian segado el trigo y habían limpiado la conciencia de Maria que años después intento ser una buena madre, no era un hombre sino un corazón gigante, y los corazones no piensan.
A mi izquierda, Carmen. Carmen salió pronto de casa, conoció al hombre que la maltrataría un par de años después, el nacimiento de su hija fue su fuerza, abandono aquella casa, dejo en ella los moratones de sus rodillas, los platos rotos de la cocina, dejo entre los almohadones de su cama las costillas rotas, y cogió lo único que podía coger con sus brazos, la dignidad y su hija. Orgullosa y alejada de su madre, sola, las dos durmieron un par de días en la calle, tendría que ejercer un tiempo la prostitución para poder dormir mas tarde en un colchón donde le contaría cuentos a su hija Lucia.
Ángela al frente, su marido a su izquierda, los dos ex toxicómanos, se conocieron en el centro en el que acabaron cuando juguetearon con las drogas, Ángela no supero la muerte de Lorena, con la que tantas veces había compartido el mismo billete para comprar droga, la perdida de su hermana la hizo ingresar, el amor de su marido Juan la hizo curarse. Juan es el hombre mas bueno que haya podido pisar una cárcel, robaba para las dosis de Maite, su primera mujer, la que murió de sobredosis.
Dos sillas mas allá estaba la Dolores, una alcohólica adicta al bingo ya rehabilitada, aunque por si acaso no se sirve alcohol en esta mesa, a su derecha el Rafa, el gracioso de la mesa, el que se encarga de contar los mismos chistes de siempre, el que canta chirigotas, el que necesita ansiolíticos para sonreír. Carlos el deportista de elite, el que esconde las marcas de sus nalgas, sucias de doparse, mientras cuenta sus aventuras de las competiciones.
Matías el que se licencio, abogacía creo que es lo que hizo, acude dos veces por semana al psicólogo, su mujer harta de que no le hiciera caso por el trabajo decidió serle un día infiel, ahora los dos hacen terapia, se están perdonando.
Marta, la prima de Matías el abogado, la que venció la anorexia.
Lucia, la hija de Carmen, esta preciosa, viste un vestido de tul de los de palabra de honor y una corona de flores adorna su pelo revuelto, Lucia la independiente, se ha casado. La pequeña de ojos tristes, la esperanza por la que todos brindan a pesar de haber aprendido a normalizar lo anormal, el rayo de luz que alumbra a toda la mesa, el ultimo eslabón de los sueños rotos.
Que hable la novia decía la gente, Lucia levanto su copa y pronuncio unas palabras:
No importa lo que un día fuisteis, sino lo que hoy sois. Daniel, su futuro marido no entendió el trasfondo de esas palabras, no sabia nada pero levanto también su copa y la abrazo.
Y yo, su suerte al ver que todos estaban juntos a pesar de todo, abandone el comedor, Lucia ya no me necesitaba.
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